lunes, 28 de junio de 2010

La soledad era esto




...Probablemente se me han terminado las coartadas o las migas de pan: se me han caído de los bolsillos, las he perdido por el camino o se han desvanecido con el tiempo. No sé. Supongo que la soledad era esto, o era algo parecido a esto...
...Dicen que no sólo de pan vive el hombre...





...Se terminaron las clases de guión, y, como siempre que algo termina siento una cierta melancolía de la que no logro desprenderme del todo en mucho tiempo. No sé por qué: siento melancolía por las cosas que se terminan en el mejor momento, como si te levantaras de repente, y te fueras, como cuando hay un solo de hammond en la radio y se va la luz, y uno se queda con ganas de más...




...Me fascina el momento de felicidad en el que me doy cuenta de que detrás de esa felicidad hay tristeza: el viernes pasado, no recuerdo en qué bar, pero sí recuerdo en qué momento exacto, mi felicidad tomó conciencia de que estaba asediada por una cierta tristeza, casi imperceptible, pero tristeza...
...El viernes ya sabía que hoy estaría así, a pesar de las risas, de la euforia, de la broma infinita. Ya me veía venir la tristeza, lejana y todavía desdibujada, pero decidida y quizás cruel...



...Puedo poner mis dedos sobre las teclas del piano, y sentirlas. Sólo el sonido, a lo sumo, se desvanece, pero las teclas no: son una topografía feroz y cruda...
...Muchas otras cosas se desvanecen, se me escapan de las manos, son posibilidades tan inciertas o tan carambolescas como cuando uno mira a los ojos a un amor imposible y sabe que esas pupilas siempre van a estar en otra parte, y esa sonrisa siempre va a ser menos de lo que uno espera, y las manos van a dar menos, cinco o seis grados centígrados menos, y así sucesivamente...




...Yo sé que me había prometido a mí mismo hacer unas crónicas sui-generis del Mundial, pero no me apetece. Siento que para hacer eso no tendría que tener la misma desidia con la que jugó Italia: Italia siempre juega con el peso de la historia, de ahí esa fé en lo imposible: juegan con el partido contra Alemania en 1970. En este mundial no pareció jugar con nada de eso...
...Otros equipos tienen escaramuzas de otro tipo, más insignificantes, menos espectaculares o importantes, y están bien, pero las camisetas pesan menos, son más livianas...
...Supongo que hablo de mí y no de las malditas y bellas batallas balompédicas...




...Se aproxima una tormenta: oigo los truenos como el viernes se oía el sonido lento de la tristeza que hoy ya es una orquesta felliniana...
...Dicen que en el gol de Inglaterra que sólo el árbitro no vio había una suerte de justicia poética por una vieja batalla todavía no saldada. No sé. Yo no sé hasta qué punto sé de cicatrices de viejas batallas de esas que arrastran los pies como los viejos cansados y caducos, o como eso que se hace con desgana: escribir los versos más tristes esta noche o tratar de encontrar los papeles perdidos justo la noche antes de que se derrumbe todo...




...Ni siquiera sé cuánto hay de cicatriz y cuánto de mentira en toda esta historia, ni si la batalla que se avecina estará a la altura de las cicatrices que me prometí a mí mismo...
...Poco más, sólo quería escribir, verte bailar, olvidarme para siempre del dry-martini, sacudirme como un perro al que han mojado con una manguera...




Miguel Ángel Maya
Madrid, 28 a 29 de junio, 2010

lunes, 21 de junio de 2010

¿Dónde están las historias? (2)



...Una persistente gota ha caído sobre mi router, de ahí que haya estado ausente y no haya podido escribir las crónicas mundialistas que prometí: da igual, hasta ahora sólo Messi me ha emocionado, sólo Argentina ha dado muestra de algo, sólo Argentina parece tener constantes vitales...
...Murió Saramago, y poco después murió Monsiváis, y sentí como la pérdida de alguien cercano, aunque no compartía demasiadas cosas ni con uno ni con otro...






...Tras la muerte de Andrés Montes, y después de que Carolina León me invitara a su programa de radio para hablar de por qué seguimos leyendo cuentos, escribí esta entrada: “¿Dónde están las historias?” ...

...Hoy escribo la segunda parte...





...El jueves llamó mi madre a casa preguntándome si tenía el libro de El Profesor: “ha llamado tu tía Carmina, que se ha armado un revuelo por lo que ha dicho el Paco en el documental ése que han grabado los artistas, ¿tú lo has visto? Es por si puedes escanearle al primo algunas fotos del libro de El Profesor, porque hoy le van a hacer unas preguntas”...




...No, no lo había visto. Lo vi ayer en youtube, y en el minuto 7:10 del vídeo, mi primo Paco cuenta la historia de nuestro bisabuelo Joaquín León Trejo, padre de nuestro abuelo Antonio (arriba, en "el puesto")...
...Hoy Paco León explica un poco más la historia en El País...




...Estuve en Sevilla el mes pasado, y mi padre había escaneado algunas fotos “antiguas” que me traje en un pen-drive, y hacía tiempo que quería hacer una entrada con esta historia...




...Una tarde, hace ahora casi diez años, sonó el teléfono en casa de mi abuelo Antonio. Lo cogí yo: al otro lado, una voz con acento extranjero preguntaba si vivía en esa casa algún descendiente de Joaquín León Trejo, que había sido profesor en Castilleja y fusilado durante la guerra. Y sí, vivía su hijo Antonio León, mi abuelo por parte de madre...
...Todo fue así de casual. Le pasé el teléfono a mi abuelo y habló durante un rato con aquel hombre que parecía haber aparecido de la nada y que, desde Winsconsin, estaba interesado en saber quién fue el padre de mi abuelo...





...Fue así como llegó a nuestra vida El Profesor: Richard J. Barker, "Ricardo" para la familia, profesor de la universidad de Winsconsin, que estaba documentándose para escribir un libro sobre la represión en Castilleja del Campo...
...Días después concertaron una cita: apareció con un bloc de notas y una cámara de fotos, sombrero, a mí me recordó a Hemingway...
...Se puede decir que me enteré gracias a él de todo lo que pasó con el padre y los tíos de mi abuelo en la guerra, él removió un poco esa historia que en mí estaba demasiado vaga o demasiado incierta, y que con ojos de niño yo tampoco supe nunca encajar bien: mi recuerdo de La Abuela Chica se limitaba a esa viejita arrugada vestida de negro a la que mi madre y mis tías llevaban al baño y que siempre estaba sentada en una butaca, en la casa de la Carretera de Su Eminencia: Paco, por ejemplo, recuerda que guardaba el dinero del monopoly en la mesilla, o lo que dice en El País del dinero que mandaban de Estados Unidos, para mí todo eso era demasiado vago y en casa tampoco se habló mucho...
...Ya en la primera entrevista que le hizo a mi abuelo Antonio consiguió que él hablara. Poco a poco, El Profesor, como lo empezó a llamar mi abuela Ana María y, como empezamos a referirnos a él, fue entrando en la familia, sobre todo durante el año pasado, que se instaló en Sevilla para seguir documentándose sobre aquella parte de historia tantas veces camuflada ...





...Mi abuelo sólo una vez me había contado cosas de la guerra, de cómo salió de la fábrica de armamento disfrazado de mujer, o lo de su hermano Pepe, que tuvo la valentía de dejar el trabajo por el teatro tras una guerra y siendo además hijo de republicano fusilado y que después terminó convirtiéndose en payaso de circo. Sólo una vez: cuando cumplí catorce años, comiendo “calentitos” (churros) por la mañana, mientras la abuela Ana María estaba en misa. Lo demás lo he sabido por el libro de Richard Barker, “Ricardo”, El largo trauma de un pueblo andaluz (Editorial Tréveris). Parte de lo que cuenta en ese libro se puede leer aquí... o también aquí...




...Con las fotos antiguas, con mis antepasados, siempre me pongo a pensar en las circunstancias y azares que tuvieron que ver para que tuvieran hijos y para que esos hijos tuvieran otros hijos y así hasta llegar a mí en una conjunción de astros y mecánicas corporales y fisiológicas que a mí me apasionan...

...Quizás en ese misterio azaroso de la vida vivan agazapadas tantas historias como en el Big-Bang...

...Quién sabe...



Miguel Ángel Maya
Madrid, 20 a 21 de junio, 2010

jueves, 10 de junio de 2010

Mundial



...Me gustan los relatos épicos, las historias que cuenta mi abuela, y las crónicas: las crónicas deportivas, las criminales, las taurinas. Me gusta que me cuenten cuentos, leer frases, asomarme a los libros como quien se asoma a un abismo...




...Hace unos días me di una vuelta por la feria del Retiro. Concretamente iba buscando dos libros que no consigo encontrar en ninguna parte: No es fácil ser verde, de Sara Mesa, Editorial Everest; y Las Primas, de Aurora Venturini. Son libros que, al parecer, existen, a pesar de ser rocambolescos y difíciles de encontrar...



...En la caseta de Caballo de Troya me dijeron que el libro de la señora Venturini estaba agotado. Lo que me pareció indignante, como autor y como lector, fue lo que me dijeron los tenderos del tenderete de Everest:




MIGUE: Hola, buenas tardes, estoy buscando un libro titulado No es fácil ser verde, de Sara Mesa.

CHICA JOVEN: (Desconcertada) No, aquí no es.

MIGUE: (Desconcertado, pues no había preguntado por una calle o había llamado a un teléfono erróneo) ¿Cómo que aquí no es? (Me retiré y miré el rótulo de la caseta: efectivamente ponía EVEREST. Para entonces la chica atendía a una señora que le preguntaba por libros para colorear. Busqué otros tenderos de los muchos que miraban al vacío parapetados tras una trinchera de libros).
Crucé la mirada con otra chica, algo menos joven, llamé su atención con un gesto. Se acercó sonriente.

MIGUE: Hola, estoy buscando un libro que se titula No es fácil ser verde, de Sara Mesa, es el Premio Tritoma 2008.

La chica se encoge de hombros.

CHICA: No. No está editado en Everest.

MIGUE: Sí, seguro que está editado aquí.

En una conversación oral no se puede poner el enlace de la página de la editorial, por lo tanto sólo se puede mantener un forcejeo dialéctico.

CHICA (sonrisa incómoda): No, te habrás equivocado. Seguro que no.

La discusión había encallado. Podríamos haber estado así durante días. De modo que me acordé de la lógica aristotélica que tantos quebraderos de cabeza me dio en primero de carrera.

MIGUE: A ver, el Premio Tritoma de Narrativa Joven, ¿es de la Editorial Everest?

Se acerca un señor mayor, calvo, creo que con gafas, pero no me acuerdo.

SEÑOR: Hola, ¿qué ocurre? (la mira a ella, me mira a mí)

MIGUE: Hola, estoy buscando un libro que se llama No es fácil ser verde, de Sara Mesa, Premio Tritoma 2008.

Doy por hecho que con esa calvicie y esas canas que asoman por la coronilla no puede ser más que un inequívoco librero de los de antes, tal vez editor intrépido, una rata de biblioteca que conoce al dedillo el catálogo de la editorial en cuya caseta está va a subsanar rápidamente el error de las dos chicas jóvenes, mujeres de otro tiempo, hijas de twitter y facebook, primas hermanas del messenger, y sólo vecinas distantes del libro en papel. Descubro con estupor que también el señor es de la opinión de que me he equivocado de editorial.
Mosqueado decido seguir con el razonamiento aristotélico que había empezado con la chica, y repito la pregunta:

MIGUE: El Premio Tritoma de Narrativa Joven, ¿es de la Editorial Everest?

SEÑOR: (Digno, seguro, con autoridad): Sí, sí, claro.

MIGUE: ¿Y la Editorial Everest ha publicado TODOS los Premios Tritoma que ha habido hasta la fecha?

SEÑOR: Eso no podría decírselo.

MIGUE: Bien, pues yo quiero el Premio Tritoma del año 2008.

SEÑOR: A mí me parece muy bien, pero le puedo asegurar que no es de esta editorial, y tampoco tengo intención de discutir porque tengo gente que atender. Mírelo bien, que seguro que hay un error.

Ante el categórico argumento de autoridad del tendero no hay más lógica aristotélica que la que arde. Eso sí, la escena me parece tan bochornosa como sintomática.




...Después seguí paseando por la feria, y me detuve en Demipage, casualmente, porque tenían una radio en la que sonaba Creuza de mä, de De André, que tiene el don de convertirme en Ulises atado al mástil o en rata de Hamelin, y allí estaba, azaroso y casual, El don de Vorace. El chico que estaba al otro lado no parecía un vendedor de pescado, y empezamos a hablar, no sé por qué, y por eso compré el libro: he empezado a leerlo, y he subrayado esto:

-Coruja, tú me tomas por una atracción de circo. Me ayudas a no morir, cuando sabes que deseo lo contrario.
-Es que te quiero –Marta mordiendo el abdomen de un caracol.
-Y lo dices así, como cualquier mujer enamorada de cualquier hombre enamorado.
-¡No! Lo digo como cualquier mujer enamorada de un monstruo.

...Con ese diálogo ya siento que el libro me ha hecho una promesa, y quiero ver adónde me lleva...
...Cuando vuelva el sol, insistiré en mi búsqueda de Las Primas, y de Pájaros en la boca, de Samanta Schweblin, que me la recomendó esta mañana Fran al salir de la clase de guión...




...Pero con relatos y crónicas en realidad no me refería a los libros que las cuentan, sino a la vida que sucede, a las batallas, a las escaramuzas de los espadachines o de las trincheras...




...El primer mundial de fútbol del que tengo recuerdo es el de Italia 90. Yo tenía once años, y para mí Nápoles era un nombre sonoro y misterioso. Quién me iba a decir que iba a dejarme en Nápoles cinco años de vida. La selección italiana era medio Nápoles, y mis recuerdos son vagos: una mano de Maradona salvando un gol contra Rusia, un gol de Caniggia contra Brasil, Maradona gritando hijos de puta al estadio San Paolo en la semifinal contra Italia, y que en la prórroga del España-Yugoslavia fui a comprarle un paquete de Ducados a mi padre al estanco de Santa Aurelia, y que las calles estaban desiertas, y que al volver a casa Yugoslavia había marcado el segundo gol...

...Todo lo que sé de antes lo fui aprendiendo a posteriori: Garrincha, por ejemplo, o Pelé, o Cruyff y su naranja mecánica, o los Italia-Brasil de antes de yo nacer o de los que no tengo recuerdo, la mano de Dios o el mejor gol de todos los tiempos...




...En la página 15 de la segunda (o primera) parte de Últimas 2 horas y 58 minutos, el protagonista se acuerda, en una frontera sembrada de minas, en un desierto rodeado de inhóspitas montañas, cerca de las ruinas de Kedesh, en Israel, de esto:

“En el Estadio Azteca de Ciudad de México, en el minuto doce de la segunda parte del partido del cuartso de final que enfrentaba a Argentina y a Inglaterra, Héctor Negro Enrique, centrocampista argentino, entregó el balón en corto a Diego Armando Maradona, que lo recibió de espaldas. Escondió el balón, arrojándolo donde las palabras no son capaces de llegar, como si fuera a retroceder, y se giró, súbitamente, cambiando el ritmo, mirando hacia el campo contrario, entre dos jugadores ingleses, Beardsley y Reid. Reid fue el primero que trató de meter el pie y empezó a perseguirlo, sin llegar a darle caza en ningún momento. En el origen de la jugada, en ese giro entre dos jugadores, estuvo tal vez la clave de todo. Si el pie de Reid, entre el balón rodando y el pie de Maradona, hubiera entrado cinco, cuatro, tres centímetros más allá, antes de que se volviera, de que iniciara el vuelo, todo se había desbaratado y Maradona habría perdido el balón, en una jugada rutinaria más. La diferencia entre el mejor gol de todos los tiempos y un balón perdido ante una entrada rival, podría cifrarse en lo que sucedió en esos pocos centímetros. Maradona se fue escorando hacia la derecha, donde otro jugador inglés, Butcher, trató de barrerlo sin lograr su propósito: se giró sobre su eje y lo persiguió sin esperanza como si hubiera adivinado ya el futuro de aquella carrera que iba llegando a su fin. El último en salirle al paso fue Fenwick, ya en el área inglesa. También éste estuvo a punto de arrebatarle el balón y no lo consiguió por muy poco, pues Maradona esquivó su pie, con un levísimo toque hacia la derecha, en milésimas de segundo, dejándolo con una extraña miel en los labios, el tobillo huérfano. A Maradona sólo le quedaba superar a Peter Shilton, el portero, y el último intento desesperado de Butcher, que sólo pudo derribarlo cuando ya empujaba el balón hacia el interior de la portería. Todos los que habían tratado de arruinar aquella obra de arte, aquella jugada magistral, fallaron en su intento por muy pocos centímetros, por tan poco, por un espacio tan ínfimo, que resultaba inverosímil que ninguno hubiera podido detener a Maradona. El gol más grande de todos los tiempos había tenido, mientras se estaba gestando, aquellos débiles talones de Aquiles”.





...El mundial del 94 sí lo recuerdo con más nitidez. Recuerdo que vi la final en Madrid, yo tenía 16 años, mi abuela se acababa de casar, y no quería ver a Italia ni en pintura por lo que Tassotti le había hecho a Luis Enrique. Quién me lo iba a decir a mí. Pero lo que recuerdo con nitidez era mi vida, una cierta nube gris en alguna parte, una tristeza rara, una infelicidad mía, por mis cosas, y un cierto desapego por lo que pasaba en el césped...
...El mundial del 98 lo viví casi todo en Londres: adonde me había ido a trabajar, como casi siempre que me daba por colgarme una mochila, porque estaba enamorado de quien no me convenía, y me veía los partidos que podía en algún pub, cuando cambiaba el turno con algunos de mis compañeros del Burger King de Paddington. Recuerdo la final, Francia-Brasil, en la recepción de Tent-City, en un televisor con interferencias y sintiéndome feliz...





...El mundial del 2002 lo viví en Nápoles, y recuerdo la eliminación de Italia contra Corea, en el bar que hace esquina con Via Mezzocannone. También recuerdo la eliminación de España, el gol anulado a Hierro porque Joaquín habría centrado desde fuera, y yo montándome en un tren a las 4 de la mañana, en dirección a Roma, y La Enemiga, Clara, en el andén, despidiendo a una amiga suya, y yo que me iba de allí sin pedirle ni su número ni su email ni nada...




...La final del 2006 también la vi en Nápoles, y para mí fue un reencuentro después de dos años con la ciudad y con gente: fue en una azotea enorme, y fue una fiesta, y un estremecimiento raro, estaba contento por quienes quiero, desconcertado por lo de Zidane, y aturdido por la brutalidad de la ciudad, otra vez, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, que en el caso de Nápoles van de la mano...




...Éste será el primer mundial que vea desvinculado de Nápoles, o tal vez no...
...El fútbol para mí es una batalla, y se presta a ese minimalismo en el que el azar, unos centímetros de más o de menos, un resbalón o un error, pueden marcar la frontera de una crónica...
...Algo así quiero proponerme durante este Mundial: quiero escribir relatos épicos, crónicas minimalistas de los partidos que vea y a los que pueda sacarle jugo...
...Serán crónicas sui-generis, particulares, a mi manera, y las iré colgando en este blog...
...Lo bueno es que, en el fondo, seguiré hablando de lo mismo: las tres heridas, la muerte, la vida y el amor, los juegos de azar y esa batalla misteriosa que depende de un esférico...
...Let it be...

Miguel Ángel Maya
Madrid, 10 de junio, 2010

sábado, 5 de junio de 2010

Lágrimas negras


...Siempre me sorprendió que las cosas se oxidaran por culpa del oxígeno, ya que, según tenía entendido, también vivimos por su culpa...




...Irene me llevó a la Peña de Yoya, frente al Malecón de La Habana. Yoya ya había muerto y ya había dejado dicho que si la gente que se reunía cada miércoles a cantar y a “descargar” no seguían haciéndolo, ella resucitaría y les haría la vida imposible. Seguían reuniéndose en su casa, le ponían su vaso de ron, y seguían cantando como cuando estaba ella. Si su ausencia era poderosa, su homenaje lo era aún más...




...Había una escritora en un taxi de Londres que decía que ella le pedía a la vida que no le mandara cosas que ella pudiera soportar, porque decía que le parecía sorprendente las cosas que un ser humano es capaz de soportar. No me gustan los libros de esa escritora, pero estoy de acuerdo: la vida se impone, y somos capaces de buscarles tres pies al gato con tal de no caer...




...Yo escondí un tesoro en La Habana. Un casette TDK con el programa de radio que hacía con JR y el Primi cuando teníamos dieciséis años: Glam Slam, que venía justo después de La Gata Gris. Tal vez no es casual que haya soñado esta noche con las chicas que hacían La Gata Gris, y con el tesoro de La Habana...





...Hoy el cielo estaba azul, y ahora sudo, el día ha pasado, la noche está ahí afuera, y me estoy tomando un gin-tonic, en medio de un silencio suave, que en el sur sería un silencio de grillos en las jardineras. Todo podría ser de otro modo, pero las cosas son así. Suceden, se acomodan en el espacio y el tiempo, y es como si la felicidad se abriera paso haciendo de tripas corazón. Siempre me gustó esa expresión: me parecía una metamorfosis maravillosa...





...Siempre desconfié de la literatura vómito, de las palabras vómito, del exhibicionismo del logos. Siempre desconfié de esa trampa, pero, como todo el mundo, tengo mis coartadas, mis noches de verano, mi música de piano, mis almas de doble filo. No siempre voy armado, no siempre lamo el piano, no siempre guardo todos los secretos que querría, por eso he de ir con cautela, sobre todo en estos momentos de operación a corazón abierto y otros abismos, como ahora...





...En estos días sentí una cierta melancolía. Me llegan emails de editoriales, de editoriales minúsculas, de editoriales pequeñas y sexys, con su programa de firmas: hay amigos, desconocidos, que van a estar firmando libros...
...Yo nunca he estado en ninguna feria del libro como autor, firmando libro, mirando a los ojos y conociendo el rostro de quien haya leído mis cosas, y me habría encantado hacerlo. Quizá algún día lo haga, o no. Mientras tanto sigo aprendiendo a escribir...





...Ahora estoy empeñado en dar saltos mortales: de la novela voy a dar el salto al relato, y, en el más difícil todavía con redoble de tambor, ando enfrascado en el aprendizaje de guiones...





...Vuelvo a ir a clase a aprender, a tomar apuntes: la última vez fue en Nápoles, con una materia donde aprendí todo lo que ahora sé sobre el mesmerismo y los monstruos de feria y los hipnotizadores. Durante las clases hago dibujos, y algunos de ellos me gustan, y quisiera que tú los conocieras...





...Muchos son completamente absurdos, como la sentencia del supremo contra Pepe Rubianes, que está muerto y además era un hombre libre que hacía reír a mandíbula batiente, como quiero yo reírme ahora, para celebrar la vida y sus sedimentos o simplemente para reírme a mandíbula batiente...




...Muchos de esos dibujos son siluetas inexplicables que ni siquiera sé por qué garabateo en el cuaderno, pero que terminan bailando tango o bossa-novas con las palabras. Nadie sabe qué hay detrás del impulso de ponerse a dibujar...





...O en el impulso de volver a escuchar los casettes que, en la maravillosa época Spotify uno se grababa artesanalmente con todo el cariño del mundo hacia los sonidos. Y grababa encima de otras cosas, y todo se terminaba convirtiendo en un indicio del caos muy parecido a lo que hoy está en el disco duro de nuestros ordenadores: radiografías de lo que íntimamente somos...





...Hace poco a Stalker se le ocurrió un cuestionario con preguntas. Yo lo rellené y se lo mandé. Una de las preguntas era cuál era el mejor piropo que me habían dicho: mi prima María dijo un día que yo era un artista con duende. María sabe de sobra lo que es el duende, por eso me pareció conmovedor que ella dijera algo así de mí. Es bonito sentir ese cosquilleo de orgullo...








...Ella no lo sabe, pero si Eric Clapton buscaba esa nota que hiciera llorar a todo un auditorio, yo busco ese guión ante el que no pueda resistirse, despacito, como me gusta a mí hacer las cosas, pero irresistible...


Foto: Delfina Blaquier


...Al final, con todas las historias, lo único que buscamos es no morir de frío, sentirnos arropados por las topografías que necesitamos, mover la cola como un perro...



Foto: Delfina Blaquier


...Necesito el sur, lo necesitan mis células, lo necesitan mis latidos, el cielo de mi boca...







...Y necesito acortar todas las distancias, ver cómo esas lágrimas negras al otro lado del espejo se convierten en una mueca parecida a la sonrisa...





Miguel Ángel Maya
4 a 5, junio, 2010

martes, 1 de junio de 2010

Réquiem y brindis

Y no te das cuenta, flamenca,
que ser libre como el viento
es mejor que ser princesa

Manuel Molina


No perdono a la muerte enamorada

Miguel Hernández




A Lorna

...De pronto, una llamada puede cambiar el curso de la vida, de las cosas, de la habitación en la que uno está, de la música que uno oye. Lo sabes mejor que nadie: yo estaba con Desaluz. Una de las imágenes que tengo de ti es en la cocina de Robe, con el portátil en Youtube, viendo vídeos de Skank Anansie...
...Esta noche tenía pensado escribir una entrada, y hablar sobre la piratería del pueblo elegido contra un barco de ayuda humanitaria, o del volcán Pacaya, o de la muerte lejana del bandoneonista Rubén Juárez, la decepción de Antanas Mockus o de la feria del libro...

...De pronto, sí, una sola llamada y una noticia queda rebotando en las sienes y cambia el orden del tiempo, el azar del espacio, del verano, de la posteridad, de las prioridades, de un puño, de una mandíbula, de las lágrimas, quién sabe por qué hay lágrimas, por qué lugar del cuerpo éste empieza a llenarse de melancolía como si hubiera una repentina fuga de tristeza por las cañerías, por qué el cuerpo se llena de esa melancolía viscosa cuando nos pasa este zarandeo terrible que todavía no asumimos, porque no es justo, porque todos los objetos siguen ahí, el piano, Fito, los aplausos, Skank Anansie, el sofá, la ropa, la música, el tiempo, el espacio, los sedimentos que ha ido dejando la Humanidad, las canciones de Jacques Brel, el descubrimiento de la penicilina, la búsqueda del fuego, la desaparición de los dinosaurios, las revoluciones o las injusticias, todo sigue ahí, frente a nuestras pupilas, emborronándose, y a pesar de que el ritmo de la vida sigue su curso, la dentellada es irremplazable y el mundo es mentira que siga andando, y todo pasa a un segundo plano, todo se vuelve anecdótico, ridículo, como un decorado de papel haciéndole frente a un huracán...
...Tu presencia era tan poderosa que su inercia todavía sigue tiñendo la cotidianeidad: incluso ahora que sabemos que no vas a volver, que los objetos quedarán ahí, tu risa sonora, que rebotaba en las paredes, la maqueta del bar, o la de la casa que te diseñaste para vivir en el Caribe, donde se convive con los huracanes como si la tragedia fuera la cosa más normal del mundo, donde se fumaba una hierba maravillosa, los cuadraditos de las paredes pintados de tu puño y letra, el olor a hierba que siempre delataba tu presencia en casa de Robe, tu acento de ninguna parte, y tu forma de ver el mundo y de vivir, que quien más quien menos todos asumíamos, algunos embelesados, otros dubitativos, otros convencidos, otros tomando lecciones de la vida que tú emanabas, luminosa...
...Se me llena la cabeza de preguntas, y parecen pájaros revoloteando: me pregunto por qué tu cuerpo decidió que ya no más, en qué momento sobreviene el último latido, por qué hay un último latido o qué pasa tras el último latido, qué hecatombe, qué réquiem, qué pasz, por qué el proceso de la vida decide detenerse, y sobre todo, por qué coño la vida decide que tengas que ser tú, por qué tu corazón se detuvo exactamente ahí, por qué tus células se sublevaban de ese modo, por qué, por qué, por qué...
...Cuando se va para siempre alguien como tú por más que tu recuerdo sea tan poderoso como eras tú y tu presencia, que deformaba para bien el espacio y el tiempo de la sala donde estuvieras, por más que tu presencia en nuestras sienes siga siendo tan intensa, la vida pierde algo de golpe, lo pierde como cuando se te cae algo desde la cubierta de un barco y ves cómo el mar lo engulle, y ese pedazo de vida que se pierde no se regenera nunca, es un lugar que se ha detenido ahí, como una casa en la que nadie vive y en la que crece malahierba, y queda para siempre roto y es desesperante porque es así, y porque no tiene remedio: es recuerdo, sí, pero no sabes la rabia que me da pensarte como un recuerdo poderoso, saber que no vamos a brindar más, a compartir una cerveza o un vídeo de youtube, saber que esto se ha terminado, con lo mucho que nos diste...
...Aquí va mi primer brindis, niña, con esta cerveza amarga, maldiciendo desde mis tuétanos a la muerte enamorada porque se te nos ha llevado, pero mejor cantándote, con música, como sé que esperabas que te siguiéramos queriendo, sonriendo con pena y llanto y maldiciendo al mundo por haberte ido y agradeciéndole lo mucho que nos diste y admirándote por cómo te dio la gana vivir, e incluso morir...
...Con eso nos quedamos, de eso seguiremos bebiendo, preciosa...

Miguel Ángel Maya
Madrid, 1 de junio, 2010